Aseguran que podría ser una solución a las juntadas ilegales. Proponen trabajar sólo con los residentes del pueblo y al aire libre. Les preocupa la situación post pandemia.
Tras más de siete meses cerrados por la pandemia, bolicheros de San Justo reclaman por la reapertura de sus locales bailables, con protocolos de bioseguridad. Aseguran que “sería una solución para poner límite a las fiestas clandestinas” que cada fin de semana son noticia en los pueblos, con los riesgos que ello conlleva.
La propuesta contempla permitir el ingreso sólo a personas residentes del pueblo, con límite de capacidad para garantizar el distanciamiento social y priorizando espacios al aire libre y con los controles de ingreso que sean necesarios: temperatura, uso de barbijo y alcohol en gel.
El presente los apremia económicamente con sus locales cerrados y las deudas que siguen en pie. No obstante, consideran que el futuro es más alarmante y hasta corren el riesgo de desaparecer. “No sabemos si algún día volveremos a la normalidad y si pos pandemia los chicos van a volver al boliche, si van a pagar una entrada o la bebida, teniendo la opción de estas fiestas clandestinas”.
Abrir, “una solución” para terminar con la clandestinidad
“El 14 de marzo fue el primer día que no abrimos. 30 familias al hombro que no trabajan. Sabemos que la situación sanitaria está difícil, pero necesitamos que al menos nos permitan hacer una prueba piloto con los jóvenes de nuestra ciudad”, manifestó Mariano Fuyana, propietario del Complejo La Base de Morteros.
“Hacer una prueba cada uno en su pueblo inclusive si el municipio quiere mandar gente a medir la temperatura, poner alcohol al ingreso, estamos dispuestos”, sugirió el empresario en consonancia con sus colegas del este cordobés con quienes armaron un grupo de watsapp e integran además la cámaras de bolicheros de toda la provincia.
“Que nos den la posibilidad como pasó con los gastronómicos, con menos gente y protocolos”, reclamó. En este sentido contó que en su caso dispone de un boliche al aire libre con capacidad para garantizar la distancia social.
Fuyana fue uno de los más contundentes a la hora de repudiar las fiestas clandestinas que cada fin de semana crecen en la zona: “Nosotros que estamos en ley tenemos que permanecer cerrados mientras que pareciera que se tolera a los quienes están en la clandestinidad. O cerramos todos, o abrimos todos”.
El morterense sostiene que reabrir las puertas de los boliches sería “una solución para evitar la clandestinidad o al menos restringirla”.
“Sabemos que las fiestas ilegales no se van a cortar, pero al menos disminuir los riesgos, sabiendo que los chicos se concentran en un solo lugar y con los protocolos de seguridad”, reflexionó.
El empresario pero también padre de un adolescente advirtió sobre los riesgos de estas juntadas ilegales: “los chicos se juntan en las taperas de los campos, llega la policía o la guardia urbana y tienen que salir corriendo por el campo, se chocan los alambrados y se pueden generar hasta accidentes viales”.
“No sé si volveremos a la normalidad”
Por su parte, Daniel Porchetto del club nocturno Meet de Balnearia recordó que la Provincia los habilitó para reabrir como bares, pero que en su caso “no rinde” con un horario permitido hasta las 23.
“Los chicos no vienen a esa hora, muchas veces es más el gasto que significa tener abierto, que lo que ingresa”, sostuvo en declaraciones a nuestro diario.
Porchietto contó que desde que inició la pandemia, abrió sólo cuatro noches el bar y tuvo que pagar dos multas. “Hace 32 años que estoy en el pueblo y que alquilo el mismo lugar, pero parecería que nos castigan por querer trabajar”, dijo.
“La situación ya es apremiante porque son muchos meses sin poder trabajar y no se si los boliches algún día vamos a volver a la normalidad”.
Esperanza en la vacuna
Cristian Almada del boliche arroyitense Ciento Once apoya el reclamo de sus colegas aunque reconoce que “hasta que no salga la vacuna no vamos a poder tener aglomeramiento de gente como teníamos antes de la pandemia . La OMS prioriza la salud y no importa si tenemos que fundir nos todos los boliches”.
En su caso, pudo reinventarse como bar y pool pero contó que en un período tuvieron que cerrar por la escalada de casos de covid y allí se multiplicaron las fiestas clandestinas. “Ante esta realidad el municipio tomó consciencia de que es mejor tener a la gente controlada en un solo lugar y nos habilitaron para tener abierto hasta las 2 de la mañana, los fines de semana”.
Reinventarse para no desaparecer:
los “salva” el flete, pool y delivery
La situación económica apremia a los “empresarios de la noche” que durante estos siete meses debieron acudir a otras actividades para poder sobrevivir.

En el caso de Fuyana, adaptó la camioneta del boliche para hacer fletes. “Le saqué los asientos y hago fletes los martes y jueves para poder comer”, sostuvo.
Si bien es propietario del complejo bailable, asegura que no puede hacer frente a las deudas que se acumular en este período de pandemia. “
“No pago alquiler pero le debo $130.000 de luz a la cooperativa porque desde marzo no la puedo pagar y necesito tener en funcionamiento las cámaras de seguridad y la alarma del lugar”.
En tanto, Porchietto sobrevive con el servicio de delibery del bar, aunque asegura que se complica en un pueblo donde ya son muchos lo que acuden a esta alternativa.
“Muchas veces no llegamos a cubrir los costos. Me estoy comiendo la mercadería que tengo”, lamentó.
Anexo al bar se encuentra el boliche que construyó el año pasado y que demandó de una importante inversión. “No pude terminar el verano porque en marzo tuvimos que cerrar, y menos hacer una espalda para pasar estos meses”, aseguró Porchietto.
Contó que entre el bar y el boliche generaba mano de obra para unas 40 personas del pueblo. “Hoy, en el bar tengo trabajando sólo al 30% de la gente, y en el boliche, a nadie”, dijo.
Finalmente planteó que diciembre será el tiempo límite para tomar una decisión: “a fin de año, y si esto no cambia, tendré que replantearme como seguir”.
De discoteca, a bar
La reapertura como bar está contemplado como prueba si no tengo que desmantelar el lugar y entregar el local.
Cristian Almada logró reinvetarse y transformó el Boliche Ciento Once, en un bar con pool. En esto mucho tuvo que ver el apoyo del municipio que les permitió, a diferencia de otras localidades, trabajar hasta la madrugada.
“Tenemos controles estrictos de bromatología todas las noches”, destacó.
“Como el lugar es grande, con la distancia de dos metros entre mesas pueden entrar hasta 137 personas”,dijo.
No obstante consideró que “es la forma que encontré para seguir al menos hasta que podamos volver a abrir como boliche, aunque es una prueba piloto. Si esto no funciona tendré que desmantelar el lugar y entregarlo porque es alquilado”.
Nota: La Voz de San Justo.